La oportunidad de vivir

Un sacerdote escribió que el dolor existe, pero que el sufrimiento del alma es un invento de nuestro pensamiento, la paradoja de añorar el pasado y visualizar un futuro sin lo deseado; él cree que el despertar en el hoy, es la solución. De los principales factores para mi rehabilitación mental, fue comprender que no solo yo sufría, que incluso había quienes sufrían mucho más.

Celeste

Celeste fue el primer propósito que creo Dios me regaló, era una chica de 34 años, catatónica, una condición que refiere a alguien sin voluntad, inerte, alguien a quien otra persona le debe cambiar de posición, dar de comer en la boca, o hacer todo aquello que requiera sentido común. Nunca me explicaron bien el diagnóstico médico, solo sé que era una secretaria convencional, que sufría convulsiones y un buen día dejó de hablar e interactuar con su entorno. Era el tipo de paciente como los presentan en la película: Despertares.

La primera imagen de ella me dio mucho miedo. Sentada a la mesa, en medio de varios ancianos, con una mirada clavada en la pared, como siniestra, ella no se movía. Una enfermera a su par sostenía una cuchara cerca de su boca, ella abría la boca y tomaba sus alimentos inesperadamente, a veces rápido y otras tras varios minutos.

Con los días fui observando cómo con algunas enfermeras comía un tanto más fácil, y una de ellas realmente me sorprendió. Le platicaba como a cualquiera, le preguntaba siempre como estaba la comida, si necesitaba sal o que se yo, siempre, aunque nunca le contestó, pero a veces le sonreía. A veces, esta enfermera llamada Isabel, maquillaba a Celeste, y todos sabían que si ella andaba guapa, Isabel estaba de turno.

Para mi aprender a comer solo otra vez fue cosa de amor propio, tras un año acostado en casa sin rehabilitación, con solo sentarme me desmayaba. Ver cómo daban de comer a varios, cómo otros comían desesperadamente, algunos ignorando los cubiertos, o los ancianitos jadeando y tosiendo, me impulsó a tratar de comer solo. Pero al poner la cuchara en mi mano, esta se resbalaba entre mis inmóviles dedos, y al ver esto, fue Isabel quien puso en mi mano mi primera cuchara con mango de madera.

A veces Celeste no comía, la reportaban como “rebelde para comer”, pero me fui dando cuenta que era cuando le tocaban personas sin paciencia y aquellos que no mostraban empatía con nadie. Un buen día no desayuno, y cuando terminé de almorzar vi que su plato seguía igual. Pensé que talvez ella tenía hambre pero no sabía cómo comer, me pregunté que hubiese sucedido si yo nunca hubiera movido mis brazos, quizá en ese momento alguien de mala gana me daría de comer.

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En el Hospicio, San Lucas Sacatepéquez. Celeste (QPD) come un pedazo de pan, le ayudo mientras atrás se alcanza a distinguir a Carlota (QPD), una chica adolescente con parálisis cerebral.

Envalentonado con una cuchara de madera, pedí me dejaran intentar darle de comer. Le hablé como si fuese una chica que acababa de conocer (más sabe el diablo por viejo que por diablo…jaja), le dije un piropo, de esos que hoy serian acoso, y ella me sonrió. Algo sucedió entonces, conforme ella iba comiendo yo comprendía el poder que tenía con apenas mover mis brazos, que no necesitaba mover los dedos para cambiar la situación de alguien. ¡Haaa y que de paso podía coquetear!

Así comencé a ver en que ayudaba en aquel lugar, doblar la ropa, cambiarles la tele, alcanzarles algún trapo o llevar recados, ello ocupó mi mente. Llegué a ser encargado de darle de comer a Celeste. Con una mueca de sonrisa en mi rostro recuerdo que la podía hacer sonrojar.

Lo más cruel

Cierta vez llegó al hospicio un niño indígena, como de 6 años, desahuciado con cáncer en un ojo. Era un tumor que le crecía y le había dejado ciego. Hasta la enfermera más dura se doblegó, era terrible. El día que le di de comer lloré mucho, le daba uno su pan en la boca y él decía, ahora café por favor, ahora pan. Un buen día dejó de hablar, dejó de comer. Todos los días me levantaba para preguntar si ya se había ido, no lo hizo fácil, duró más de una semana en agonía. Tengo aun clara su voz, me estremece, de las cosas que no comprenderé hasta que el Señor me lo diga.

Comprender el sufrimiento de otros

Creo que muchas de las soledades o frustraciones de algunos se refieren al egoísmo de pensar solo en el bienestar propio, si bien es un objetivo natural, es en donde nuestro intelecto nos separa de otros. Hoy día veo esto en las personas que odian quedarse en casa, muchas se quejan pues refieren ser jóvenes y argumentan diferencias culturales y geográficas con Italia; pero no logran ponerse en lugar de las familias que lloran miles de muertos alrededor del mundo.

Hoy toca a muchos dar un tiempo a los demás, pensar un tanto en el dolor ajeno, sabiendo que con tan poco, se puede ayudar. Muchos tienen mucha vida por delante. ¿Por qué no dar la oportunidad de unos años más a otros? Hoy es tiempo de sonreír, aunque nos de miedo, es tiempo de animar y ser creativos para hacer agradable una experiencia que estará en los libros de la humanidad.

El haber estado inerte un año quizá hizo que yo entendiera lo que era ser totalmente dependiente, eso provocó que yo siempre me viera en los zapatos del otro. Sin darme cuenta esa empatía hizo que olvidara el no poder caminar, bañarme solo, vestirme, salir a pasear…olvidé mi soledad, pues esta última, llegaba solo cuando en lo callado de la noche, le agradecía a Dios la oportunidad de vivir.

De Byron Pernilla

PD:

Partió un icono de la música, de cuando en la radio aun se escuchaba Country gringo; acá una rolona, que no es de ese género, pero que trae a mi mente a un increíble ser humano que conocí y nunca olvidaré.

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