¿Perdedores?

Perder es parte de la vida, ya sea un billete, una moneda, un trabajo, una amistad o un amor, por ejemplo. La cultura de “sin límites” es, si nos ponemos a pensar, fantasiosa. Quizá la frase ayude a un determinado conjunto de personas, enfocado en determinada idea o circunstancia, pero su aplicación en lo general no es aconsejable.

Escuchando detenidamente algunos “motivadores” me impactó lo superficial de sus argumentos, ellos ponen en un pedestal el “triunfo”, el mensaje subliminal es: si quieres ser alguien debes ganar o serás un perdedor. Perder entonces es horrible, la vida es de los “ganadores”, por lo que eso es felicidad, perder debe avergonzarte.

Mi compadre

Tengo un buen amigo con discapacidad, él la adquirió por reumatismo juvenil, a los 25 años ya se había sentado en una silla de ruedas. Se casó como a los 30 años, tiene una preciosa hija, le hizo abuelo, trabajó en silla de ruedas en un mercado y es un excelente conversador. Cuando yo me anunciaba en la radio buscando una oportunidad de empleo él me llamó. –Hola, solo quiero decirte que me gustaría fueras mi amigo.- Y fue el inicio de una gran amistad, de la cual he aprendido mucho.

Él ve la vida tal cual, no se complica nunca y vive el día a día. Ha renunciado a muchas cosas, una de ellas ha sido comprar una casa, ha preferido alquilar siempre, abre y cierra negocios y en una ocasión se dejó con su esposa. Pero allí estaba él, inmutable, carismático y tranquilo. Me dijo –Nada es para siempre.- en eso casi se ha equivocado, su pareja regresó a pesar de saber que él, por su personalidad, era un picaflor empedernido.

Él sería para muchos un perdedor, no para mí. Hace unos años cerca de su casa había un extranjero en mendicidad, cuando mi amigo le preguntó por qué dormía en la calle, le dijo que debido a que tenía Sida y estaba lejos de su gente. Mi compadre le ofreció el corredor de su casa para dormir y lo alimentó, ello a pesar de la gran oposición de su esposa, esto mientras llamó hasta el hastío a la embajada de El Salvador, quienes finalmente lo ayudaron y lo trasladaron a su país.

Aquel mi amigo no sale en la tele, nunca habla en público de sus buenas obras, que son muchas, ni presume de ser un triunfador, pues dice no lo es. Pero sí que lo es. Una persona con discapacidad llega a sentirse triunfadora cuando logra lo convencional, trabajar en lo que le gusta, amar y ser amado, ser independiente, ayudar y sentirse feliz. El engaño más grande es creer que un triunfador es aquel conocido solo por superficialidades.

El triunfo suele ser felicidad, y la felicidad es subjetiva, por tanto cada cual es feliz a su manera, y no debiera afectar el estándar de triunfo de la mayoría.

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Todos caemos.

Fracasos

Todos hemos perdido, es algo inherente a la vida. Perder no debiese asustarnos, debe asustarnos ser oscuridad, mentir y no aceptar nuestros límites. El triunfo no se refiere a no haber sufrido o llorado.

Hay momentos en que las cosas no se dan. Cuantas veces he pensado en abandonar barcos de proyectos, no sé, serán muchas. En lo personal he dejado proyectos de vida con parejas, amistades y familiares; en lo profesional empresas en donde no me han valorado, por la poca o nula compatibilidad de principios. Cuando no hay principios, lealtad, compromiso, trabajo, apoyo, solidaridad, respeto, así como una misión y visión en común, la renuncia es una opción, es un límite.

Ganar no lo es todo. Los triunfadores no son solo los famosos, superdotados, genios, adinerados, Etc. todos ellos tienen límites, solo que algunos no lo admiten. Hay triunfadores que no necesitan que se los digan, su vida, obra y luz que transmiten no requieren publicidad, su destello es propio de gente feliz.

Tener un espiritu triunfador e intentarlo siempre no implica NO PERDER, mucho menos admitir un límite; quizá el problema es perder y quedarse en la oscuridad. Ser un triunfador en la vida no se limita a los logros materiales o intelectuales, es alcanzar un estado de paz y felicidad con lo que se tenga, mucho o poco; no es lo que los demás perciben, es lo que solo la persona siente.

Hay que abrazar al que sufre por una pérdida, pues algún día podríamos necesitar un abrazo por lo mismo, aunque quizá si comprendemos, llegado el día de un fracaso, no sufriremos tanto pues sabremos que allá afuera hay miles de razones para sonreír y muchos a quienes servir, entonces seremos luz en nuestra derrota, que no quiere decir que no suframos.

De de Byron Pernilla

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