Nada de nosotros sin nosotros

En una reunión sobre inclusión laboral el gerente de una empresa me decía que era difícil la contratación de personas con discapacidad, que “afortunadamente” existía el activismo y las ONG para que las personas con discapacidad tuvieran la oportunidad de tratar de cambiar las cosas. Yo le respondí que a veces así era. Observando mi silla de ruedas , y casi para justificarse, me preguntó cómo había llegado yo a  representar una entidad en dicha reunión.

Le respondí a la altura de las circunstancias. Existe el prejuicio sobre que una persona usuria de silla de ruedas llega a puestos laborales solo por la intermediación de familiares, de amigos o por caridad, jamás por talento.

Ya en mi escritorio empecé a pensar en la respuesta. Yo jamás predicaré lo que no soy, de ahí mi disgusto con tanto político y predicador. Cuando comencé a hablar de inclusión laboral no fue por exigir igualdad, no fue por creerme el “liberador de mi pueblo”, o porque era un desempleado acusando a la sociedad de su desdicha. Trabajaba para la ingeniero Sherry Ordoñez, tenía una hermosa familia con mi lindo primogénito y mi esposa, había terminado de pagar mi terreno y mi hobby era pintar al óleo; mi tetraplejía era algo en segundo plano.

Me di cuenta que muchas PCD eran muy infelices, a la discriminación se sumaba la pobreza en muchos casos. Mientras tanto, quienes hablan de derechos decían que era culpa del sistema y los prejuicios sociales, cosa que es cierta hasta cierto punto. Yo examiné entonces cómo yo había llegado a tener una vida convencional, y la ecuación daba un resultado: trabajo.

Claro que el trabajo para PCD tenía muchísimas dificultades, que lo primero que se pedía era nivel académico, que después venía la accesibilidad, no solo del centro de trabajo sino de toda una ciudad; que primero se juzgaba la discapacidad y se ignoraba la capacidad, Etc. Pero me lancé, haciendo micos y pericos trabajé en lo que salía, pero siempre en mis ratos libres busque cómo aprender más del trabajo que mi cuerpo me permitía hacer. Por ello me duele tanta tecnología desperdiciada, yo NO sé jugar en aplicaciones en redes sociales, no sé mucho de grupos de solteros, políticos o de ocio: no me interesa. Dígame usted de lanzar una campaña publicitaria y le diré que red le conviene, segmentamos, redactamos, diseñamos y lanzamos.

Siempre he pensado que el trabajo es el cimiento de cualquier propósito. Hoy día en las reuniones sobre inclusión laboral llegan los modernos doctos en el tema, personas con maestrías en inclusión, gente enviada por agencias internacionales y muchos ejecutivos que hablan de metodologías, capacitaciones, ejes transversales y la Carabina de Ambrosio; yo llegué a esto por medio de la práctica, y aunque hoy comprendo la terminología y trabajo junto a estas personas preparadas, mi vista siempre estará puesta en las soluciones prácticas.

Sé que lo primordial es que las PCD se preparen para las exigencias del mercado laboral, pero eso no implica ignorar a quienes por las circunstancias no lograron metas académicas, si se quiere, se pueden encontrar oportunidades, no hablo de números, hablo de seres humanos.

En esas reuniones son poquísimas las PCD presentes, y las que se asoman son meros representantes que no tienen el poder de decisión en sus entidades manejadas por personas sin discapacidad. A mí me podrán refutar mi falta de estudios superiores en la temática específica, pero casi siempre soy el único representante con discapacidad física; el único que ha trabajado y trabaja en iniciativa privada, así como quien ha logrado la inclusión laboral de varias personas.

No es mi intención jactarme, pero a veces muchos creen que a mí se me ocurrió ayer hacer algo, o que yo vivo de la discapacidad, como otros si lo hacen. De nada me serviría conocer leyes laborales o manuales de inclusión cómo los de España, Argentina, Etc. si aún estuviera con la intención de hacer algo. A mi Dios me concedió trabajar, del fruto de esa oportunidad he creado entidades que buscan la inclusión laboral, quizá no lo haga bien, talvez esté equivocado, pero he experimentado en carne propia y he presenciado en otros, el positivo cambio de vida de una PCD por medio del trabajo.

La intención de algunas entidades públicas y privadas es muy buena en cuanto a la inclusión laboral, la experiencia de muchos contribuirá a las teorías aprendidas de otros. Yo creo firmemente en que hay personas con discapacidad con ganas de contribuir con su trabajo, conozco gente fabulosa, que lo que necesitan son oportunidades, pero también creo en los buenos empresarios, si no hubiese usted no leería estas letras, soy consecuencia del buen actuar empresarial, por tanto ha de haber más, quienes al dar un trabajo transforman vidas.

De Byron Pernilla

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