Los que realmente sufren la discapacidad

Verla despierta ternura, es risueña cada que me mira; su tamaño nos susurra que es una niña como de 5 años, las facciones en su rostro, cansado ya, nos gritan que es una mujer en un cuerpo de niña y le llaman Dora.

Cuando la conocí refrendó mi pensar, fue la prueba que necesitaba para seguir haciendo lo que hacía con mis compañeros menos afortunados. En algún momento de mi vida había sido arrogante, si yo pude lograr mis metas ¿por qué otros no? Serian según yo, gente sin actitud, que es solo lo que supuestamente se requiere.

Siempre lucharé por la productividad, mi primero proyecto reza “Personas Productivas con Discapacidad”, la prioridad: Inclusión laboral. Aunque siempre he tenido mis principios liberales, también he tenido mis puntos totalmente contradictorios, pero son puntuales. Cuando se alzan voces contra el asistencialismo se debe tener cuidado, por más que creamos que todos podemos, hay que estar consciente de la relatividad, las circunstancias son muy diferentes, y aunque eso no debiese ser escusa, hay quienes de verdad tuvieron mala suerte.

Dorita, como cariñosamente le decimos, es una chica con varios diagnósticos, que a ciencia cierta no sabemos, pues su padre nos lo dijo solo de palabra, hace tanto tiempo, dijo, que ni sabía dónde estaban los partes médicos. Y es que ella tiene 57 años, como un metro de estatura, sin movimiento en sus piernas, no puede hablar y siempre la ha cuidado su papá. Pero ella comprende su entorno, puede con su cabecita decir sí o no.

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Anteriores gobiernos nos ayudaron con Dorita, lástima por su corrupción y a otros no les importó, pero logramos que por nuestro medio, la ayuda si llegara a quien lo necesitara.

Ambos Vivian en los bajos del Puente Belice, una zona marginal y muy peligrosa por la delincuencia de ciudad de Guatemala. Cierta vez don Vidal, padre de Dorita, nos dijo: “A veces me arrepiento, tuve oportunidad de hacer más dinero, a veces los vecinos me decían que fuéramos a robar, pero yo no quise y ahora…” No sé si esa fueron las palabras exactas, pero viéndolo a él a sus 83 años y las condiciones en las que Vivian, ninguno de los presentes tuvimos valor de responder, ninguna respuesta basada en principios ideológicos o religiosos podía mitigar aquel ambiente de frustración y miseria.

Esta semana falleció la persona que nos contactó con esos dos seres, era tía de Dorita. En estos momentos don Vidal lucha por su vida en un hospital. Dorita fue acogida por un su hermano que afortunadamente apareció, nosotros estamos viendo cómo apoyaremos a la chica. Durante estos años la hemos apoyado gracias al corazón de muchas personas, logramos su silla de ruedas, alimentos, medicinas y hace poco un carruaje.
anigifONGbanco3Respetando cualquier forma pensar, yo creo que la Gracia de Dios aquí no está en el sufrimiento de ese padre y su hija, esa Gracia me rebota a mi pues entonces le doy gracias a Dios por no mover ni los dedos, pero tener la oportunidad de usar otros talentos y entonces es una vergüenza que crea que todos tenemos las mismas oportunidades.

Debemos aceptar que hay seres atrapados en lugares sin esperanza, por más fracaso que tengamos en los proyectos que desempeñamos, siempre habrás gente que sufre más, el voltear a otro lado no hará desaparecer el sufrimiento. El asistencialismo es necesario para quienes realmente no tienen oportunidad, no para quienes justifican el enterrar sus talentos.

Y cuando el abstracto Estado no acciona, para variar, estamos nosotros. ¿De qué sirve cuestionar a Dios? El justificar que no hay Dios tampoco resuelve nada. En esta vida nadie está obligado a ayudar, pero todos podemos aprender a ayudar. Inicié el proyecto benéfico apuntando adultos con discapacidad, cómo no son niños o un mercado bueno de marketing, ha costado encontrar apoyo. ¿Me equivoqué?

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Cuando Dorita va a los Paseos Navideños, casi siempre está sería. Yo no participo mucho pues mi labor está en que todo salga bien y me mantengo a prudente distancia del evento, pero cuando termina, don Vidal siempre me busca empujando la silla de Dorita, ella me mira, me sonríe, y como no nos podemos acercar por las sillas, me lanza un beso. Ahí sé, que no me equivoqué.

De Byron Pernilla

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