El soborno y la alegría por ver sufrir a los delincuentes

Hacer algo malo y justificarlo con un objetivo bueno es una constante no solo en la política, sino en muchas personas, como evidentemente muestran las redes sociales. Algunos no entienden el concepto de integridad, se confunde la moral con la ética y en medio de la confusión, la mayoría se indigna.

Y es que como modernos fariseos, está de moda  rasgarse las vestiduras y echar sapos y culebras ante algún acto perturbador cometido por otra persona, puesto que es más fácil señalar las faltas de otro, que las propias.

Pero no hay que equivocarse, lo anterior aplica a los individuos de una sociedad, los que ostentan el poder político no entran en esta categoría, esto pues ellos dicen tener la “solución” y nos piden el voto para ser los mandatarios, cobrando dinero de nuestros impuestos, por lo que se les debe señalar sus errores, ya el tiempo de reyes afortunadamente pasó. No hay que confundirse, la crítica al poder político es una de las mejores armas para evitar el abuso de quienes con nombre propio y tras el abstracto del “Estado” discriminan, saquean y corrompen la democracia.

Pero lejos del circo de la política, la cosa de acusar debe mesurarse. Ver la muerte en llamas de personas que robaban combustible era algo para reflexionar en nuestras vidas, no cómo aquello de “yo nunca haría eso” sino traerlo al plano de nuestra vida cotidiana. Al igual que la chica que perdió las manos  por  una extorsión que realizaba con una  bomba, uno no puede en ningún momento alegrarse, como muchos hicieron, celebrando la muerte o las heridas de quienes a la luz de sus juicios han hecho algo que no merece compasión.

Sentir compasión no tiene que ver con estar del lado de los delincuentes, yo incluso creo que si la ley faculta la pena de muerte, esta ha de aplicarse, pero yo no soy juez. Un delito es un delito, punto. Ellos cometieron una falta ¿Quiénes somos para decir que se merecían? Lo que si podemos hacer es dar ejemplo con nuestras vidas, que nuestros niños sepan que más allá de las hipocresías de las redes, de la burla de los politíqueros hacia las leyes, está algo llamado integridad.

bv

Un soborno de ejemplo

No sé si ya lo escribí, pero esto tiene que ver. Uno de mis mejores amigos fue hace poco a traer al hospital a un damnificado de la erupción del Volcán de Fuego. La persona era muy pobre, y necesitaba constantes idas al hospital para revisión y mi cuate lo apoyaba al no cobrarle por llevarlo en su carro. Resulta que llegó al hospital y dejó el vehículo cerca de la emergencia, no obstaculizaba, pero no debía hacerlo. Al salir con el señor en silla de ruedas, un policía lo esperaba con una boleta de multa en la mano.

Mi amigo le explicó, por lo que al parecer el agente comprendió, pero se lo llevó unos metros caminando cerca del carro. Mi cuate regresó y comentó que el chico uniformado quería para sus aguas. Nadie de los presentes comentó, las aguas eran baratas, la multa podría ser de unos 80 dólares; el asunto es que todos eran cristianos, pero al fin humanos.

Sin preguntar qué hacer mi amigo, que no gana mucho en su empleo, salió al encuentro del policía, quién lo esperaba recostado en un auto estacionado, con el talonario de multas en una mano y golpeándolo con un lapicero que tenía en la otra mano. – Hágame la multa jefe. – Dijo mi increíble amigo. El agente hizo una mueca de sonrisa, no dijo nada en algunos segundos eternos para mi cuate. Metió su talonario en la bolsa y le dijo: -Ándate, ustedes están locos.-

Lo cierto es que esto no trata de disfrutar la desgracia de quienes han fallado, no trata de alardear de una integridad que desconocemos, tampoco trata de ser de una religión, no trata de una nacionalidad o de un estrato social. Trata de vivir con principios claros, de juntarse con personas con valores positivos, trata de hacer lo correcto aunque duela, al final ese ejemplo bendecirá a quien no imaginamos…

De Byron Pernilla

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