Iba por la acera, sentía la brisa mañanera golpear mi cara mientras mi cabello se alborota al ritmo de la velocidad de mi silla de ruedas. Es un día más, salir de casa ya no implica jugarse la vida entre los automóviles al bajarse de la banqueta, ahora no hay tantos hoyos, obstáculos o vendedores inconscientes.
Llegar a la parada del bus no es tan difícil, y es que ahora ya no solo hay buses accesibles para las zonas exclusivas de la capital, hoy los ciudadanos en silla de ruedas de todas las zonas pueden salir de sus colonias y tienen la oportunidad de desarrollarse. Recuerdo la odisea con los taxistas, el mal genio de algunos por ayudarnos a subir o por llevar la silla en el baúl; y qué decir de los uber que siempre decían que padecían de la espalda para no ayudar.
Las dificultades que antes muchos padecieron al querer estudiar quedaron atrás, ya no deben invertir tanto en un taxi; y que decir de los centros educativos, la inclusión escolar es una política de estado ejemplar para otros países. Cada centro educativo es evaluado en accesibilidad arquitectónica, mientras desde primaria se enseña qué es la discapacidad.
Los pensamientos se me interrumpen pues llegó el bus; no puedo sino suspirar al recordar aquellos años en que los alcaldes prometían buses accesibles, pero solo para que les autorizaran el gasto. Pero se acabó, el ejemplo de un gobierno incluyente hizo una positiva influencia en los gobiernos municipales. Mientras el bus avanza sonrío al ver los edificios, hoy no solo los buses son accesibles, la municipalidad no autoriza obras que no sean accesibles.
Al bajar del bus me siento uno más, se acabó aquello de ser héroe tan solo por tener discapacidad, hoy muchos como yo podemos contribuir con nuestra nación, las oportunidades de empleo siempre serán difíciles, pero el Estado hoy por hoy es el principal impulsor de la Inclusión Laboral, esto al ser el ejemplo en la contratación de personas con discapacidad.
Llegando al trabajo de pronto recuerdo que es viernes y día de pago, hoy salimos con los cuates, no sé si iremos a comer algo o al cine, espero que a donde vayamos acepten tarjetas de crédito. Cada servicio o cosa que compramos paga impuestos, pero que estos realmente se inviertan es genial.
Entro a las oficinas y una compañera me dice que anoche en las noticias, yo me miraba bien, esto mientras mis demás compañeros se sonríen. Ya me acostumbré a estas bromas, como el presidente de mi país tiene una discapacidad física suelen molestarme.
Ya en mi escritorio vuelvo a sonreír por la broma de mis compañeros, y pienso que a ninguna persona con discapacidad le molestaría tal comparación, pues lo que realmente nos importó a todos es que nos cumplió.
Byron Pernilla