De niño simpatizaba con la causa de la democracia, siempre he sido un creyente de la libertad, de ese libre albedrío al que todos tenemos derecho. Escuchaba que había un país que luchaba por el mundo libre y el respeto a los derechos humanos, un lugar que decían podría hacer los sueños realidad.
Claro, en el papel eso se sabía, pero en la realidad apoyaba gente sanguinaria como los gobiernos militares de Guatemala y Argentina. La lucha era ideológica, el socialismo espantaba el sueño gringo. A pesar de todo esto, yo siempre he pensado que es mejor vivir en democracia que en el comunismo.
Error electoral
Existe una vertiente dentro de los liberales radicales, esta dice que no debe haber democracia, sino un sistema republicano en el que las mayorías no determinen el rumbo de una nación, sino esa dirección la determine un grupo selecto de ciudadanos prestigiosos. Esto lo justifican diciendo que lo que la mayoría quiere, como en la democracia, no siempre es lo correcto, por lo que es preferible que los electores sean doctos en un país.
Lo anterior no lo comparto, pienso que sería un estado excluyente, sin identidad; además un sistema así abriría las puertas a una nueva tiranía. Pero a la luz de los acontecimientos no puedo sino aceptar el terrible problema de la democracia: elegir en ignorancia y por emoción, entre perversos charlatanes cegados por la codicia.
Voltear la tortilla
Los gobiernos socialistas han demostrado ser un fracaso, son especies en extinción quienes defienden sistemas como el venezolano o norcoreano; ello no implica que la democracia sea perfecta. Criticar el actuar de quienes ostentan el poder no significa necesariamente estar a favor de otro sistema, como se pretende hacer creer. Este método de revertir responsabilidades en la era digital tiene mucho que ver con marketing digital, muchas de las opiniones que hoy abundan en las redes son realizadas por bots, en la mayoría de casos, pero igual las hay de sicarios textuales y en menor escala gente sin oficio.
El terrorismo a la Trump
Con la separación de familias y la encarcelación de niños ordenadas por el energúmeno de Trump, sus defensores echaban primero la culpa a los padres de los niños y luego a los gobiernos de los emigrantes. Los primeros unos irresponsables por exponerlos al llevárselos con ellos y los segundos unos malos gobiernos por no brindar oportunidades.
Ignorando cosas, cómo las familias que huyen de las maras, aceptemos que las culpas endilgadas son correctas. ¿Eso justifica el provocarle terror y angustia a un niño? No se trata de religión o de política, se trata de sentido común e integridad.
Ni en un pulpito ni en un estrado político una persona íntegra puede defender el sufrimiento de un inocente a consecuencias de un perverso actuar. Cuando imagino como tomaron tan aberrante decisión, viene a mi mente la escena de la película del Hombre Araña, en la que el Duende Verde dice: – «El mejor guerrero es aquel que no ataca ni cuerpo ni a la mente, es aquel que ataca al corazón.»-
Siempre habrá simpatizantes de lo absurdo, vean los neonazis europeos. En la mente de muchos criminales siempre la victima tendrá culpa, por tanto el crimen nunca será para tanto. El liderazgo moral que EE. UU. creía tener es hoy una ofensa para para quienes anhelan justicia. ¿Con qué cara lanzaran bombas en nombre de un mundo libe? Hoy día son evidentes los errores de la democracia y los peligros de la libertad. Pero no hay que perder las esperanzas en la humanidad, siempre se tuvieron que enfrentar errores para superarlos.
Usando el sentido común informémonos, reaccionemos con integridad, no debido a opiniones radicales o emocionales, de ningún líder, opinologo o cosa parecida. Un terrorista es el que pretende hacer justicia con el sufrimiento y terror de un inocente, en Nicaragua, Rusia, Estados Unidos, Etc.
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De Byron Pernilla