Desde pequeños nos enseñan que es incorrecto, claro, esto de acuerdo a la escala de valores que se maneja en el primer universo que conocemos: la familia. Nos muestran que hacer lo incorrecto nos debe dar vergüenza, pues hacemos el ridículo ante todos.
Yo adquirí tetraplejia en el momento cumbre de mi juventud, estudiante, liderando un grupo, con líos de chicas y asiduo concursante de bailes en discotecas; pasar a usar silla de ruedas fue impactante, pero increíblemente no traumatizante, como es evidente en algunos. Creo que más que espantarme por tener que usarla, le vi como un medio y eso me ayudó, a mí un pragmático.
Con el tiempo llegué a conocer a personas que se avergüenzan de usar silla de ruedas, que por algún motivo piensan que usarla es de personas de segunda clase. Entonces ves personas que huyen a todo lo relacionado con su silla de ruedas, tomarse una fotografía en ella ni pensarlo: lo triste de no aceptar la realidad. Pero mucho de esto tiene que ver con las cosas que equivocadamente se creen correctas.
Existe un video con miles de visitas, en él un chico se levanta de la silla de ruedas para recibir su título universitario y en otro video una chica se levanta de su silla de ruedas y con dificultad camina hacia el altar donde la espera su futuro esposo. Entre los miles de comentarios de estas publicaciones suelen ser frecuentes aquellos de: “Qué valor” “Eso es querer superarse” “Eso es amor” “Alguien así es de admirar”. Para mi, el mensaje es claro, si dejas la silla de ruedas serás un triunfador. Pero ¿Y qué con quienes no pueden ponerse de pie? ¿Somos perdedores por elección?
Siempre se puede ser único, o sea, la misma persona
Cuando nacemos lo hacemos desnudos, inocentes y vulnerables a todo y a todos. Hitler pensaba que desde ese momento había superioridad de los arios y comenzó asesinando a personas con discapacidad, al rededor de 50 millones de muertos le sirvieron a la humanidad para demostrar que era una mentira, le hubiese bastado ver una pelea de Mohamed Ali para saber que su raza no era superior.
Un color, un idioma, una creencia ni mucho menos una «triste» silla de ruedas define la calidad de una persona. Stephen Hawking demostró que no necesitó ponerse de pie para hurgar el universo, pero más allá de ejemplos universales, conozco a un amigo que tampoco se paró y cumplió 30 años de matrimonio, él con 40 de estar en silla de ruedas, aunque a él no sé por qué felicitarlo jaja.
Una silla de ruedas jamás podrá definir a nadie, usarla no significa estar “confinado (a)”, es un medio para eludir barreras físicas. Yo tengo un trabajo, proyectos, hago voluntariado, tengo mi fe, gusto por la música del rock clásico, el alternativo, la del extinto Prince; amo las tardes bohemias con los amigos, creo que soy un liberal clásico, a veces me inspiro en algún amor platónico jeje, Etc. Soy mucho más que una silla de ruedas, pero eso yo lo debí creer primero, lo que otros crean en ignorancia ya no es mi problema. El primer paso para superarnos es aceptarnos.
Al principio de mi tetraplejia no me dejé ver en mi colonia, mis queridos rivales se burlarían y yo no quería darles gusto, me torturaba la idea de verles reír, como al año logré superar esa etapa. No hace mucho volví a la colonia y me encontré con un ex rival de mis andanzas de juventud. Era una fiesta de 15 años de una mi sobrina. De pronto alguien se sentó a mi lado y me dijo mi apodo. Asustado me di cuenta que había sido mi némesis, sin tiempo de reaccionar me dijo com una sonrisa: «Te odio cabrón, estés como estés siempre serás vos».
De Byron Permilla
Una cuestión de respeto pic.twitter.com/wSzCU9Mztk
— Asodispro (@asodispro) August 15, 2018