El amor en tiempos de discapacidad

Una chica con vestido rojo camina en los pasillos de un hospital.

Enamorado

Recién estrenado en el mundo de la discapacidad me tocó enfrentar, de ganancia, la vida en un hospicio. Yo imaginé que moriría pronto, no me veía sobreviviendo solo y tetrapléjico, en mundo tétrico de personas ancianas y con afectaciones mentales. Casi desde que me fueron a dejar sufrí, pedía se me acostará y me dedicaba a cuestionarle a Dios, a morder la almohada con desdicha.

Pero un día llegó alguien especial, era una practicante de enfermería, la más bella visión que hasta entonces había tenido. Ya en alguna entrada escribí de ella. Me brindó su amistad, me pidió no estar triste y que jamás le dijera “seño”, como se acostumbra en los hospitales, que le tuteara.

Fue mi primera amiga post-descalabro. Aun cierro mis ojos y puedo ver los suyos, color miel, con una estela de singulares y coquetos lunares. Su bella sonrisa, no era difícil de apreciar, era una risueña llena de vida. La guinda al pastel era su forma de vestir, la directora del aquel lugar debió pedirle que le bajara el ruedo a su falda. Por ella salí de la depresión, fue mi paño de lágrimas, animándome a verme de nuevo en el espejo y buscar la forma de agradarme a mí mismo, aunque entonces pesé que era para gustarle a ella.

Nos entendíamos. A veces terminaba su turno y nos poníamos a escuchar música en mi cuarto. Tengo fresco el día que llegaron a callarnos por cantar “Bohemian Rhapsody”, mi linda le gustaba mi lado rockero, y ella fue quien me introdujo a la música de salsa, moría por Eddy Santiago. En el momento de conocernos tenía 17, yo 19. Y me enamoré por primera vez con discapacidad. Cuando escuchaba su voz mi corazón quería salirse de mí. En mi interior pensaba que era imposible ¿cómo se iba a fijar en mí? sería quizá lástima, pensaba.

Ella hizo que yo reaccionara, me inyectó ganas de querer vivir, no importando las circunstancias de mi discapacidad. Pero la cosa fue mucho más complicada de lo que me esperaba. Ella tenía novio, un doctor, ella no me decía nada. Alguien me pasó el norte y yo enfurecí, creía que la lástima era una realidad. Empecé a distanciarme, esquivarla, a ya no pasar ratos con ella. De pronto me volví muy banal, exageré, quería que me viera mejor que nunca: que no le necesitaba, aunque muriese por tan solo sentir su aroma. Incluso me puse a estudiar, no quería verme tonto.

Una chica besa a un chico en silla de ruedas en la penumbra de una habitación.

Son increíbles los lugares en donde encuentras el amor.

Debut y despedida 

Una noche que llegó a tomar turno, yo estaba solo en el comedor de aquella casa hogar; por la ventana observé su llegada, traía una vestimenta roja y unos inusuales zapatos de tacón, parecía que iba a una cena de gala, no a trabajar. No la aprecié bien pues me hice el baboso. Cuando entró al comedor no pude esquivar verle, por un momento me anonadó, todo destellaba en ella, su vestido, sus ojos, su pelo.

Llegó muy risueña como siempre, mientras yo leía el diario ella me habló, ya no me acuerdo de qué, lo cierto es que no le puse coco, seguí mi lectura respondiéndole con un –Ajá -. Salió molesta de la estancia, de espaldas le aprecié aquel vestido rojo ceñido que lucía, dejando entrever gran parte de su espala por un escote tipo v. Como 5 minutos después regresó, ahora ya enfundada en su uniforme celeste. Se paró frente a mí, sus ojos derramaban lágrimas mientras muy molesta, y entre suspiros, me decía que sí yo continuaba así, ella renunciaría.

Esperé a que todos fueran acostados, afortunadamente el jefe de turno era de los que dormían plácidamente desde temprano. Ella no me hablaba, realmente estaba furiosa, pero sus lágrimas me decían que había oportunidad. En la sala de TV la llamé, llegó muy trompuda, le dije que se acercara, logré agarrarle la mano diciéndole: – Sabes ¿porque estoy así? Porque estoy loco por ti, sé que tienes a alguien y no lo soporto.-  Ella se sentó en el brazo de mi silla de ruedas, quedó frente a mí y me dio el beso más soñado de mí vida. El mundo desapareció, aquella casa tétrica que al principio me asustaba, era ahora un castillo, la estancia era una pista de baile con luces de colores que se movían al ritmo de mi corazón. Fue como bailar sin música, sin piernas, sin brazos; solo con el poder del sentimiento. Cuanto tiempo estuvimos tan cerquita, no sé, solo recuerdo que amaneció demasiado rápido.

Al siguiente día, todo parecía un cuento de hadas. Y cuando una de las mejores amigas de ella me llevaba a fisioterapia en la 13 calle de la Avenida Elena, yo le pregunté si mi amada chica era muy sensible para llorar. -Claro, cuantas veces lo ha hecho por su doctor.- Me respondió. Me sentí estafado, quizá manipulado, mi entonces tonto sentido del amor me lastimaba. El mundo se me cayó, todo se derrumbó dijo Emanuel. Las cosas se pusieron feas, hubo escenas y más lágrimas, de ambos bandos. Yo saque mi ego, preferí no seguirle, acordamos ser amigos…ahora que recuerdo, ahí empezamos a saber los dos que eran los amigos con derechos.

Empecé a salir con otras chicas y a pasarle una que otra novia por enfrente. Ella igual fue cruel, me pasó más de uno. No alcanzaría esta entrada para describir cuánto daño por orgullo nos hicimos. El final fue telenovelesco, yo le dije un viernes santo, en una desolada avenida del cementerio, que quizá formalizaría con alguien, ella me dijo que estaba embarazada del doctor y que renunciaría durante aquellos días (jaque mate).

Meses después me encontré al dichoso Doc. y me invitó una cerveza, no ya no tomo le dije y tocamos maracas… ¡A no, esa es una canción! …jaja Ya en serio, si, nos tomamos una café y me dijo que él estuvo a punto de dejarla por mí, que ella a veces le decía mi nombre, pero que si se quedó fue porque no soportaba vivir sin ella y porque sabía que yo no la quería por las novias que tenía.

No volví a saber de ellos como por diez años, cierta vez encontré un amigo en común y me dijo que eran felices y tenían 3 chicos. Fue un idilio de 3 años, del cual tengo aun mi cassette de Lionel Richie y espero la chica conserve el de Ensamble Latino. A ella le agradezco la seguridad que en mí desarrollé, el sentirme bien conmigo mismo; me brindo cariño y me obligó a sacar lo mejor de mí, aunque fuese a veces por cólera. Me enseño que hay personas que no ven discapacidades, ven personas y hasta se enamoran de ellas.

Yo nunca la quise pelear, según yo no tenía oportunidad frente a un galeno, pero la conversación final con él apuñaló mi ego y descubrió a mis ojos el último favor que me hizo aquella chica: el saber que era capaz de conquistar mis sueños más caros. Me amó, si yo no hubiese sido tan cobarde, otra cosa hubiese sucedido; es quizá de las pocas cosas que me arrepiento de no haber hecho. Desde entonces soy lanzado en casi todo, no quiero nunca más volver a pensar: ¿Qué hubiese sucedido, si lo hubiera hecho?

“El verdadero amor no es otra cosa que el deseo inevitable de ayudar al otro para que sea quien es.” –Jorge Bucay.

Un artículo de Byron Pernilla

 

*La intención de este relato es la desmitificación de las PCD

*Basado en hechos reales.

*Muchos padres o encargados de personas con discapacidad luchan porque estas no tengan experiencias amorosas, incluso muchas de ellas huyen de los sentimientos. Nadie puede estar seguro al inicio de una relación, discapacidad o no. La vida trae sufrimientos, meterse en una burbuja no es la solución. Al final debe ser una elección personal. A veces cuando pierdes, ganas.

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