El problema de la sobre protección

Tuvimos la oportunidad de visitar a dos chicas que enfrentaron discapacidad física desde su nacimiento. Una de ellas, de un poco más de 20 años, no sabe leer, la segunda chica supera los 30 años, estudió pero nunca se empleó.

Nos pudimos dar cuenta que las chicas contaban con el inmenso cariño de sus familias. Al contarnos su historia, supimos que tanto les han querido, que no les dejaron relacionarse con la sociedad puesto que muchos discriminan y se burlan de las personas que son evidentemente diferentes.

El asunto es que las familias, en estos casos, protegieron con muy buena voluntad a las chicas, pero no pensaron en los problemas que una sobreprotección podría traer. Y es que un ser humano no es inmortal, los familiares en su momento no evaluaron que tarde o temprano las dejarían solas. En ningún momento condeno la sobreprotección de algunos padres, puesto que es de buena voluntad y a veces se debe a la carencia de información.

Muchas frases recurrentes que escuchan muchas personas con discapacidad son: “No podrás”. “Para que lo harás si aquí estoy yo”. “Se burlaran de ti”. “Todas las personas son malas”. “Tú siempre serás un niño (a)”. Estas frases repetidas hacen un terrible daño.

El resultado es que las chicas en mención hoy sufren soledad, son temerosas de socializar y siempre están a la defensiva. Ellas mismas añoran experimentar sensaciones que observan en los medios de comunicación, como el amor, el trabajo, las amistades, Etc.; pero admiten su miedo a intentarlo. El problema es serio, puesto que a cierta edad la personalidad está definida y es muy difícil que se cambien actitudes. Nuestra colaboración en ambos casos será intentar insertarlas en nuestra comunidad, pero percibimos renuencia de ellas.

Los padres de jóvenes con discapacidad deben buscar asesoramiento, y por medio de este, tratar de que sus hijos sean lo más independiente posible, reafirmándoles su autoestima al hacerlos creer en ellos mismos.

Yo a veces me siento perdedor, son momentos depresivos debido a que aún no logro ciertas metas, pero de pronto volteo y veo esa estela de locuras que he cumplido, las que me han hecho sentirme feliz o aquellas que me rompieron el corazón, y sonrió pensando que no he fracasado del todo: que he vivido. Mi problema es que nunca me conformaré; imagino si al voltear no viera nada, tons si moriría de tristeza.

El proteger a los hijos, de la muchas veces cruel sociedad, no resuelve el problema, el asunto es enseñar a la persona con discapacidad a enfrentar esa crueldad y a no claudicar frente a los desafíos. El camino es largo y muchas veces llenó de lágrimas, pero dificultades siempre las habrá, aunque la actitud con que se enfrentan hace una diferencia.

De Byron Pernilla

 

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