El nuevo hogar digno de Juan

Juan es un chico reservado, un tanto serio, bueno quizá mi percepción sea debido a que aún no compartimos tanto por las distancias e inaccesibilidad. Pero igual pudiese tratarse de un rezago de frustración, no es para menos, quedarte en una silla de ruedas por una travesura no es para pelar los dientes.

No me imagino lo que él pensó en el hospital tras el accidente. ¿Con 13 años, que perspectiva tendría de la vida? Con la suerte de haber crecido en una casa de nailon, cartón y madera, rodeado de un olor fétido, en donde seguramente ya ni se distingue el aire puro. No subestimo, pero por más pobre que uno sea, siempre sueña, con algún día, comprarle su casa a mamá; y se es capaz de saber qué lugar se ocupa.

Al conocer a Juan y observar el lugar donde vive, no pude sino entristecerme, yo vengo de un mercado, pero ahí tuve oportunidad de conocer el mundo, y talvez tratarlo. Cuantas veces uno llora el haber perdido la movilidad, no lo sé, todos perdemos la cuenta. Cuantas veces quisiéramos las mismas oportunidades, el mismo respeto, la misma accesibilidad, Etc. y cuantas veces fracasamos, cuanto se nos humilla, ignora y prejuzga: miles de veces. Y ahora veía ese lugar tétrico para la vida de una PCD.

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Una cama armada con palos es donde duerme Juan

Aquella tarde ahí mismo inició la construcción (Ja, me salió como el ratón vaquero) de un sueño, mis palabras les asustaron: hay que hacerle una casa. Tenían razón. ¿Cómo un loco tetrapléjico que ni siquiera ha terminado su casa quiere hacerle una a un parapléjico? Pero Carlos Mancilla de la Municipalidad de Villa Nueva creyó, así como Carolt Enriquez de AMSA y formalizamos una reunión para planear una carrera a beneficio de Asodispro. Recuerdo que ese día no tenía ningún voluntario a la mano, ni plata y salí completamente solo, alguien me prestó, ni el taxista me conocía, todo se daba para que no fuera, pero dos personas me daban una oportunidad y yo no la dejé escapar.

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Y la idea empezó a fraguarse. Después se unió Herbert Moll, realizando innumerables viajes a ese lugar alejado de la urbanidad, algunas veces para documentar otras llevando ayuda. Mis amigos Jorge Ortega, José Castillo y Héctor Ochoa, me ayudaron a visitar Juan en el hospital, después en su casa; y siempre pusieron plata para llevarle algo. ¿Saben? No es que alguien estuviese muriendo, pero pocos saben que en depresión, es increíble recibir algo de un desconocido y saber que a alguien le interesas. Herbert lo trasladó a nuestra actividad navideña y la familia de Lissette Veliz le llevó presentes navideños y víveres.

La realización de la carrera era otra cosa, conseguir contactos, financiar, evaluar y desarrollar. Hubieron días que solo Carlos Mansilla, su asistente Gerson Fernandez y yo nos la pasamos todo el día vendiendo números para la carrera. Después, Herbert se nos unió y los Hombres en Acción. El día del evento, afónico y con fiebre me presente junto a mi fiel asistente Julia Hernández, ella junto a todos mis queridos amigos se presentaban con fe, esa que yo solo podía agradecer ignorando el desgaste corporal.

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La entrega
Fue este miércoles 13 de septiembre, bajo un sol esplendoroso Giovanni Estrada de CONSTRUCASA nos convocó a la entrega de la casa de Juan. Son dos cuartos, un baño con regadera y una cocina ecológica.

De entrada me estremecí. Desde la calle se puede ver el patio a través de los alambres de púa, una inusual mesa en el lugar con un mantel blanco; el auto paró y vi a varias personas pararse y correr, unos a la cocina y otros a recibirnos, a puchis me dije, ni el presidente, hasta música se escuchaba.

Los padres de Juan preparaban pescado frito y tortillas calientes. A la mesa nos sentamos (es un decir, yo llegué así jeje) solo parte de todos los que apoyaron. Las palabras de don Gerardo, padre de Juan, me llegaron hondo. –“Una noche que me llamó, soñé con la casa, a la mañana le dije a mi esposa: talvez es cierto…después llegaron los albañiles y supe que era verdad…”

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Juan solo dijo gracias, que ahora sí tendría su cuarto. Pero hay algo diferente, sonríe más. El pescado estaba rico, pero no sé si era el sabor o la sonrisa de juan lo que más me llenaba. Al final la madre de Juan me despidió con lágrimas, y yo que soy chillon. Lo único que yo puedo decir es que el propósito de mi accidente, lo logré encontrar, no está en un podio, frente a una cámara o vendiendo los espejitos de víctima. Que Dios sabe el porqué de lo que nos sucede, que hay quienes sufren más, que una ley o una idea no sirven para dar un pan.

Yo veo en esto, lo que veo en todo. Existe un Dios, pero no es un mago barato que desmaya gente y saca una casa de un sombrero. Somos a su imagen, somos creadores, no iguales, pero capaces. Nos permite todo, no hay límites, pero haz de trabajar, juntarte con buenas personas, disfrutar de esta vida y amar a tu prójimo, sobre todo, el más pequeño, el más vulnerable.

Mil gracias a todos
Byron Pernilla

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