Recordando las peripecias que me tocó enfrentar para asistir al funeral de mi padre, creo que lo más difícil fue cuando para llegar al lugar de la sepultura, debieron cargarme en peso con todo y silla de ruedas, fácil sorteamos como 60 tumbas, y como cada una era de diferente construcción, hubo algunas en las que costó mucho subirme y luego bajarme, una aventura ingrata solo superada por el corazón de mis amigos.
En esta ciudad prácticamente todo servició público es inaccesible, incluso la última morada, que encima no es gratis, pues todo es un negocio, un negocio para variar inaccesible. No soy de los que anda pregonando la inaccesibilidad como pretexto o justificación para no hacer nada, o para jactarme lo pilas que soy, nel. Las personas con discapacidad física de no muchos recursos económicos son, a mi parecer, el segmento de población más discriminado de la sociedad, son invisibles pues aunque se convocara a una reunión a todas, más de la mitad no asistiría pues no existe medio de transporte.
Sortear tumbas era lo único que me faltaba. Calles de tierra, molinetes en lugares de espectáculos, gradas en edificios sin elevador, Etc. he logrado superar debido a veces por mi escaso ingenio, pero muchísimas veces más por las fuerzas de mis amigos.
Cierta vez no habían taxis disponibles, entonces mis cuates me dijeron que intentarían subirme a un bus de servicio público, por la entrada principal del bus era imposible entrar con la silla de ruedas por el molinete que tienen, en la puerta de atrás también había otro molinete, pero había un espacio en la parte de arriba. Mis amigos me dijeron que intentarían cargarme sin la silla de ruedas, pasarme por encima del molinete de la puerta trasera y sentarme en una silla del bus. ¡Gran plan! Después de varios intentos, de arrastrar mi dignidad en alto (incomprensiblemente cierto) la idea fracasó debido a mi barriga que no pasó aquel ingrato espacio.
Mi tetraplejia y mi linda barriga hacen difícil mi desplazamiento por la ciudad, pero con las ganas de hacer cosas que tengo, poco a poco he ido superando muchas barreras y acostumbrándome a esperar lo peor en accesibilidad. Yo no salgo tan fácil. Tengo 3 taxistas que gracias a Dios ya saben cómo cargarme, y saben que solo puede hacerse entre 2 personas, los de Uber son buena onda, pero resultan un serio problema y aunque alguien vaya con migo, o no les gusta o casi me han botado. En la foto de portada de este post, se ve a mis amigos subiéndome a un automóvil.
Esto me pasa a mí, al que Dios concedió la suerte de ganarse la vida, hacer algo y conocer más que amigos. Imaginen la vida de una persona con discapacidad física y sin plata. ¿Qué vida social? ¿Qué trabajo? ¿Qué vida?
Escucho la pelea (muy noble desde luego) por un turismo accesible, que es para los bendecidos con recursos. Pero en este país, en donde aún ni siquiera puedes ir a estudiar, que jodidos podemos esperar. ¿Y quiénes pierden?
Se pierden las ideas, el apoyo, el talento…las vidas de ciudadanos valiosos. Todos esos politiqueros y quienes tienen el poder de decidir, deberían saber que construir una rampa NO es una obra de caridad, que la accesibilidad es un beneficio propio, algo que pueda ser útil para sí mismos o para un ser querido.
Mientras tanto, yo y otros, seguiremos sorteando barreras a lo largo de una ciudad que nos cobra impuestos y nos mira como mendigos, pues para pagar y ser señalados cómo números improductivos, para eso si les servimos.
De Byron Pernilla
*En mi ciudad, el alcalde implementó un servicio de buses llamado Transurbano, la compra millonaria de buses se vendió con la promesa que vendrían buses accesibles. A las cansadas vinieron algunos buses accesibles, y era suerte encontrarse uno, ahora incluso han ido desapareciendo.