Has llegado a un fin de año depresivo por lo mal que te fue, por una mala decisión, por algún maltrato recibido, por un desamor, por alguien que ya no veras, por el simple hecho de haber nacido…
En este mundo de superficialidades es fácil el apego, ¿Algún ejemplo?: el celular. Pero el apego puede ser a una persona, a una idea, a un rasgo físico, en fin, a tantas cosas que resultan en depresiones al perderlas o nunca alcanzarlas.
El desprendimiento de las cosas superficiales es muy difícil, se piensa en ¿Qué dirán? (Instagram) ¿Cómo me ven? La pregunta en este contexto no se refiere a nosotros, se refiere a la opinión de otros, y eso ha cobrado ya muchas vidas.
Los budistas piensan que lo importante reside dentro de nosotros, que al encontrarnos por medio de la meditación ya no necesitamos nada. De ahí que podemos ver los simple y austero de la vida de los monjes budistas. Llegar a ese nivel en nuestro medio es casi imposible, acá muchos de los líderes políticos y religiosos nos reclaman humildad mientras ellos despilfarran cual reyezuelo nuevo.
Hoy muchos dan valor desmesurado a los “Me Gusta”, y mientras más se tengan la persona se siente más influencer. Mientras tanto el grueso de usuarios de redes sigue vidas perfectas, idealizando ser iguales o ambicionando lo que visten o comen; esto aunque sepan que todos es un gran timo. Por ello es peligroso el juego que muchos siguen al exteriorizar vidas perfectas, un error y los haters harán pedazos el nombre.
Lo que importa
Cuando terminan eventos, a veces logro juntar a mis increíbles voluntarios, les invito a comer, quizá no pueda pagarles su trabajo pero una comida es algo que a todos cae bien; viendo al grupo, mi corazón se siente feliz. Igual me ha sucedido cuando veo felices a los niños, comiendo del fruto de mi trabajo, no comprendo cómo Dios me lo ha concedido siendo yo un mal cristiano.
Hay personas de escasos recursos que logró apoyar en el Paseo Navideño, mi afán es hacerlos sentir bien en medio de sus circunstancias, pero muchos de ellos siempre me llevan algo y me hacen un nudo en la garganta. Este año una gorra, una bufanda, 3 pares de calcetines, un pastelito, una magdalena, un chocolate, un pedazo de queso y una bolsa de crema fueron los regalos más maravillosos que tuve, no por su precio mundano, sino por el valor de quienes en son de agradecimiento a saber cómo lo compraron, esto aunque cada año les digo que no me compren nada.
De las sensaciones más lindas que recuerdo fue una tarde fría de noviembre, estando en un mirador ver la caída del sol en un cielo despejado, abrazado por mi chica de entonces fue de película. Con nada podría yo pagar aquella sensación, y sé que una selfie hubiese arruinado lo que es solo de dos personas.
Vivir solo como tetrapléjico fue un reto que Dios permitió y el cual me enseñó a disfrutar de mí, a aceptar la soledad como compañera y eso no porque no tuviese miedo o renegara al principio, la plenitud llegó cuando me enseñaron que Dios estaba conmigo, pero no ese banal que se escribe en redes para sentirse el elegido, sino creer verdaderamente en su compañía, gritarlo con seguridad en lo interior de nuestro ser sin más testigo que nuestra fe, solo entonces uno es capaz de concentrarse en su proyecto de vida. Si yo hubiese prestado más atención a las superficiales vidas que vemos en las redes, muy seguramente no hubiese aceptado o comprendido mi soledad.
En conclusión ningún emoji tiene el poder de abrazarnos, ninguno te cubre con las sabanas al quedarte mal dormido, ninguno expresará lo que se siente al comprender la soledad; lo que verdaderamente necesitamos es paz, ella no está fuera de nosotros, está adentro y la encuentras al prestarle más atención al creador del universo.
Les compartí algunas fotografías de mi vida privada, a veces me preguntan por qué soy tan serio, pos ni tanto, muchas veces se me sale lo payaso. Les deseo un fabuloso 2020.
Byron Pernilla
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*Fotografía de portada: una de mis visitas al Cementerio General.