Era una madre soltera con mucha necesidad de trabajo, las deudas le acosaban. Le ofrecieron un trabajo con un sueldo que era la mitad del mínimo, ella acepto un horario de 12 horas en una farmacia. Cerca de los 4 meses le dijeron que ya no la necesitarían; supo que todos los empleados duraban ese tiempo en ese trabajo. No quiso demandar, no había ni tiempo ni dinero, al parecer los dueños escogían bien a sus víctimas, digo, trabajadores.
Conozco a un buen empresario, este decidió ayudar a un hombre humilde, persona que no sabía un ápice de jardinería, pero necesitaba trabajo. Para ayudarle, le ofrecieron pagarle la mitad del salario mínimo a cambio de 2 horas de trabajo de lunes a viernes. La idea era que lograra hacer más plata con el tiempo que le quedaba. Tras casi 8 años, el jefe le dijo que cerraría la empresa y le dio un pequeño bono por sus servicios, unos 500 dólares. Pero el ofendido trabajador demandó a su empleador y le hizo pagar cómo 8 mil dólares, por vacaciones, días festivos, Etc.
El problema de fondo son los valores que se tienen en todo estrato social, la falta de solidaridad y agradecimiento. Cuando los sindicatos se rasgan las vestiduras al escuchar trabajo de medio tiempo, me imagino a un montón de gente reunida en una mesa con comida, determinando que pueden comer los que no tienen ni mesa.
Lamentablemente también debo pensar en esos empresarios que no entendieron que tarde o temprano el dinero no sirve de nada; aquellos cuyos ejemplos fueron religiosos que se jactan con sus vidas opulentas o tienen presidentes que serán recordados como la conciencia de quienes lo eligieron, seres oscuros.
Por todo lo anterior hay pocos empresarios que se atreven a ofrecer una oportunidad furtiva por solidaridad, no vaya ser. A esos grandes empresarios que se han arriesgado y apoyado al desvalido con una oportunidad, yo les digo mil gracias por jugársela en este ingrato mundo, su atrevimiento, incluso, sé que ha salvado muchas vidas. Su empresa ha pagado un lugarcito con el creador.
Y a quienes han sido estafados, échenle ganas, ningún dinero mal habido sobornará la entrada al descanso eterno. Y cuando triunfen, cuando Dios les permita estar bien, nunca olviden agradecer a quien creyó en ustedes, no importa cómo, esa genial persona que invirtió en ustedes, no por obligación, sino por buen corazón.
Hay leyes, al Cesar lo que es del Cesar. En la vida real, debemos ser la diferencia en nuestro entorno, mejorar la burbuja donde vivimos, enseñemos a ser agradecidos.
De Byron Pernilla
*Historias reales con entornos cambiados, vivencias durante mi bregar en la inclusión laboral.