Sostuve un intercambio de opiniones con algunos representantes de organizaciones importantes de PCD en Guatemala, en él referí mi malestar por empresas que viven de la discapacidad, cuyos líderes no padecen discapacidad y utilizaron la lástima para recaudar fondos. Yo comentaba el irreparable daño moral que las primeras campañas habían ocasionado al segmento poblacional de personas con discapacidad, no sin antes mencionar que eran buenos los logros conseguidos.
Ejemplifique con la emisión de anuncios con jóvenes arrastrándose en un suelo de tierra a falta de una silla de ruedas, madres de estos suplicando dinero entre lágrimas para palear el sufrimiento, todo ello aderezado con música de piano lastimera. Yo nunca sabré que hubiesen ellos opinado si el exhibido hubiese sido su hijo. Esto creo un estereotipo lamentable, cada que alguien veía a una persona en silla de ruedas, las imágenes musicalizadas venían a su memoria, provocando lástima.
Por aquella época yo salía de paseo con mi padre por la zona 1. Cierta vez circulábamos por la 6ª avenida, lloviznaba, ingresamos a un restaurante, el agente de seguridad nos paró y dijo: -Disculpen, no pueden ingresar.- Sorprendidos nos dirigimos a la caja registradora, pedimos explicaciones y el gerente salió diciendo: -Las llantas manchan el piso.- Algunos comensales contemplaban la escena y escucharon, el tipo que nos hablaba se percato y a continuación quiso resolver la incomoda situación: -Es que no se permite pedir dinero, para ello ustedes tienen recaudación anual.- Mi padre sonrió y me sacó hidalgamente. Yo no renegué, mi autoestima siempre ha estado a tope, lo tome como un caso serio de ignorancia. Desde entonces recuerdo que me han vedado el ingreso a 4 establecimientos de diversa clase. Afortunadamente son muchísimos más los establecimientos que me han recibido como un consumidor más.
Las personas con las que conversaba al saber mi molestia por los anuncios de entonces, me dijeron: -“De alguna manera se debía sensibilizar, tenían que hacerlo, además, nadie ha hecho lo que ellos hacen por las PCD”-. Ellos no repararon en lo que me sucedió, y uno de ellos llegó a insinuar que era necesario mostrar lástima, claro, no era él. Debo apuntar que no dudo de las buenas intenciones de mis apreciables interlocutores, pero hay una gran distancia entre la percepción y la vivencia.
Los referidos interlocutores, dirigentes personas sin discapacidad, recalcaron los logros, justificaron las campañas publicitarias y arremetieron en contra de quienes no conocen la obra y la critican. Recalcando la felicidad con la que participan los beneficiados en la publicidad.
En mis adentros pensé en TODOS los desacuerdos que tengo con ese tipo de organización (el aquí descrito es solo uno), pero cuestionar en este país es arriesgarse a ser calificado de mal ciudadano, de malicioso o envidioso; cuando lo que se pretende es aclararse las ideas y cimentar premisas. También recapacité que quizá somos pocos los que no gozamos con ser exhibidos a cambio de fama efímera y abrazos de famosos; si, son muchos más los felices con ello; además si hay obra y logros a la vista. ¿Para qué pretender escuchar disculpas? Al fin y de al cabo el concepto de DIGNIDAD solo para pocos es un valor innegociable, y lo que me sucedió solo a mi me afectó. Mi desacuerdo estriba en la forma y el modo de vida que algunos han hecho de esto. Pero pensar en que cambien, o creerles, es como pensar que un político solo llega al poder por amor a su pueblo. Por tanto, yo escojo el camino de construir diferente, con dignidad y no cobrando medio centavo por ayudar al que lo necesita; al final no estoy en contra de ellos, solo en desacuerdo, y como ser humano puedo equivocarme. Y francamente deseo que sigan ayudando pues hay tantas necesidades que afectan seriamente a miles de personas con discapacidad.
Por lo anterior, yo abandoné el debate con aquellas personas; era claro: para ellos no importaban los medios si se lograban los objetivos. Y algo más importante, ellos jamás sabrán lo que es tener una discapacidad y ser vistos con lástima hasta la denigración.
Byron Pernilla
Este artículo es a titulo personal, no refleja la opinión de ASODISPRO como entidad.
Asi también cuando hacen que autoridades se sientan en una silla de ruedas supuestamente para ponerse en nuestra posición pero tuvieron quien les manejara la silla, quien les llevara a donde ellos necesitaban y no creo que pidieran que alguien les ayudara para ir al baño, solo los que de verdad estamos en una silla de ruedas sabemos lo que es
Es triste ver q la discapacidad indigna es un espectaculo